El chiki - chiki: por qué es la mejor elección para Eurovisión

TVE le ha preguntado a España qué artista quiere enviar a Eurovisión, y España ha contestado de forma clamorosa: queremos a Rodolfo Chiquilicuatre, ese personaje indescriptible nacido bajo el auspicio de Andreu Buenafuente, y encarnado con chanza y desparpajo por David Fernández Ortiz, un actor formado en La Cubana -una de las mayores factorías de cómicos de este país- con una trayectoria incontestable, y que sin duda era uno de los artistas con mayúsculas presentes en la final, por más que Uribarri o a Raffaela Carrà se empeñaran en sembrar de dudas su éxito inesperado. Me parece una elección acertada. Entre otras, por las siguientes razones:

Porque pensar en enviar una canción ganadora a un concurso decantado por intereses políticos y por filias y fobias regionales, es un puro disparate. Eurovisión lo gana el país que toca. Punto. Y puestos a perder, mejor perder y divertirse.

Porque estamos hartos de una industria musical rancia, y caprichosa, que hasta hoy ha decidido qué se ha de promocionar, cómo, y por qué; tratando al público con un desdén impropio de quien se debe al bolsillo que ultraja.

Porque si lo que se quiere es salvar el festival, lo único que tiene sentido es transformarlo en una enorme y divertida fiesta (si no, atentos a la audiencia). Pretender que se sostenga un mecanismo obsoleto de promoción de artistas en la época del mp3, YouTube, y el P2P, es perder el norte por completo.

Porque en un festival lleno de frikis, y que ya han empezado a ganar los frikis, tal vez nadie tiene más opciones que otro friki: bastaría que los frikis se votaran entre sí para que todos obtuvieran una posición honrosa.

Y la última: porque la canción es divertida, pegadiza, y constituye en sí misma algo que España necesitaba desde hace lustros: una sonora carcajada que nos permita sacudirnos la caspa acumulada durante años de bochornos y humillaciones festivaleras. Por todo esto, no tengo la menor duda, ¡Adelante Chiquilicuatre!