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Mostrando entradas de abril, 2020

La señora Angelines

La señora Angelines echaba de menos el sonido creciente que agita la ciudad cada mañana: el rumor del tráfico aumentando desde el amanecer, las voces de transportistas y transeúntes saludándose efusivos y ávidos; el traqueteo de las mochilas con ruedas que anunciaba desde la acera el desfile de niños camino del colegio, o el jolgorio de aves de corral de los estudiantes adolescentes, desperezando las calles camino del instituto… Ahora que todo era silencio, había terminado por perder la noción del tiempo. Pese a todo, apartó las sábanas de lino y la pesada manta de lana desgastada, y, no sin esfuerzo, plantó como pudo ambos pies sobre las zapatillas de felpa. Durante un tiempo que no supo calcular, se quedó allí: sentada en el borde del grueso colchón de lana —embebida en el olor rancio de su alcoba—, aguantando la embestida de ansiedad que la asaltaba cada mañana, y que recibía ya como un incordio amable y familiar. Y aunque el dolor en las articulaciones era tan intenso y con

Internet, Pete, y su guitarra

No sé quién es Pete, ni en que remoto lugar vive. Tampoco sé en qué está pensando mientras toca, o qué recuerda, o qué imagina. No sé por qué extraño azar, buscando entre cientos de vídeos algo que traeros esta noche, he ido a dar con éste. Sólo sé que mientras veo y escucho a Pete tocando la guitarra en su puerta trasera, mezclando ese sonido de las cuerdas con el tenue repiqueteo de las gotas de lluvia, sé que lo importante persiste y que todo esto, pasará...
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Hoy, en homenaje a nuestros mayores —curtidos en tantas batallas, supervivientes de tantas calamidades—, rescato un breve poemario escrito como despedida a mi abuelo Laureano. Podéis descargarlo gratis toda esta semana: https://www.amazon.es/dp/B086H3SRG8